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De la Exposición Universal de Bruselas de 1958 quedó en aquella ciudad un icono igualmente universal: el Atomium. No menos icónica para los arquitectos de nuestro país fue la contribución española a aquella muestra: el Pabellón de los Hexágonos, de Corrales y Molezún. Pero esa joya arquitectónica que fue el Pabellón Español de 1958 ha acabado convertida en ruina contemporánea en la Casa de Campo, habitada por la maleza, parodia trágica de los caprichos devorados por la hiedra de los parques románticos. Justo cuando los trabajos de recuperación del pabellón prometen devolverlo a su estado original, el artista Álvaro Urbano (Madrid, 1983) recrea poéticamente en La Casa Encendida la atmósfera de decadencia y melancolía que pudo conocer en su solar de la Casa de Campo en algún paseo del invierno de 2019, casi nocturno, quizás noctámbulo, tal vez onírico en tiempo más reciente. Trasladado de Bruselas a Madrid, y ahora de 2020 a 1958, hace décadas que el Pabellón es materia prima para la metáfora. Álvaro Urbano impulsa un nuevo desplazamiento a su periplo viajero, trasladando el solar (sólo en imagen) al instante en que la batalla entre la racionalidad geométrica y el empuje de la naturaleza vive aún su momento de indecisión. El despertar, título de la obra, es tiempo suspendido, ni sueño ni vigilia, que muchos hedonistas se deleitan en prolongar, como aquí el artista. El despertar es también, tiempo y espacio de tránsito, bisagra entre la noche y el día, entre 1958 y 2021. O tal vez, entre el día y la noche, entre 2021 y 1958, porque lo único que afirma el título es la transición del sueño a la vigilia, y cada criatura elige en qué hemisferio temporal desea vivir y en cuál yacer. Ni campo ni monumento, el paisaje protagonizado por la ruina arquitectónica, cubierta por el manto de la vegetación y de la bruma, sólo merece el nombre de yacimiento.

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