Madrid al día: nuestro blog

El Impresionismo siempre gusta. Los museos lo saben y recurren frecuentemente a este movimiento decimonónico en el que parece que se sitúa una de las fronteras entre un gusto universal y el más restringido que corresponde ya a las Vanguardias Históricas.

Como a nosotros nos gusta también el Impresionismo y no caemos en el esnobismo de rechazar por principio aquello que atrae a muchos, estamos encantados de que el Museo Thyssen añada una muestra más a su ya larga lista de exposiciones en torno a facetas o artistas concretos de este movimiento. Sólo pedimos que la exposición aporte algo distinto, alguna originalidad, un ángulo nuevo desde el que abordar un movimiento que también cultivan con asiduidad otras salas de exposiciones madrileñas.

Visitada la exposición antes de su inauguración, hemos podido comprobar que el Museo Thyssen no se exigía otra cosa: también el museo se habían fijado ese objetivo de presentar una nueva reflexión diferente sobre el Impresionismo: la fotografía ha servido de prisma para esta reflexión.

La fotografía nace en 1839. Los impresionistas comienzan sus carreras en la década de 1860, con la fotografía como fenómeno bien asentado. Era de esperar que un grupo de artistas tan innovadores y comprometidos con la realidad se sintieran atraídos por el fenómeno netamente moderno de la fotografía. Algunos impresionistas reaccionaron al fenómeno, otros se dejaron influir por él, pero todos, absolutamente todos, tuvieron que considerarlo de un modo u otro.

A estas diferentes y variadas relaciones entre fotografía e impresionismo consagra el Museo Thyssen esta exposición que aporta un nuevo punto de vista a nuestro conocimiento del impresionismo, y presenta a un amplio público una antología de algunos de los mejores fotógrafos del siglo XIX, aún lejos de un conocimiento masivo no obstante ser ahora los pioneros y clásicos de una práctica artística plenamente reconocida.

Share This