“Die Brücke”: el puente. Ersnt Ludwig Kirchner y sus compañeros eligieron ese nombre para bautizar en 1905 a un grupo artístico que debía conectar a Alemania con la modernidad de París, y a la vez al hombre civilizado con su ser más salvaje y la naturaleza. Kirchner construyó ese puente con su propia obra, aunque se dejara la salud y la vida en ello.
La exposición de la Fundación MAPFRE en su sede el Paseo de Recoletos nos muestra algunas de las mejores obras de ese Kirchner inestable y desestabilizador que la historia del arte ha reconocido como uno de los más potentes artistas de las Vanguardias. Más allá del gran pintor cuya obra nos resulta familiar gracias al Thyssen, la exposición de la MAPFRE nos muestra un artista completo y diverso, que se atrevió con muchas disciplinas, destacando en el dibujo, el grabado y la escultura. Barro, madera y papel se exponen junto a lienzos sin verse eclipsados por ellos. Tal es la fuerza que emana cada obra de Kirchner.
El lado trágico de su vida y su reflejo artístico tienen también un contrapunto en el paréntesis de entreguerras en Suiza. Este paréntesis en su angustia (desgraciadamente, no definitivo) revela un Kirchner capaz de un arte diferente (luminoso, ordenado, amable, bucólico), que no sólo es bello, sino que resulta una grata sorpresa para el que no conoce ese período de su obra y para aquellos que, erróneamente, identifican el genio con el sufrimiento. Por su propia fragilidad, por la guerra, por el ascenso al poder de Hitler, por la censura nazi a la que fue sometido como “artista degenerado”, Kirchner padeció mucho, pero fue igualmente un genio en los momentos más apacibles de su vida.
Es, sin dudarlo, una de las más fascinantes muestras del verano.
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